Después de haber compartido con Jesús los días de la pasión y muerte acojamos en nuestro corazón, en nuestra vida, el gran anuncio de la Resurrección.
En un mundo que parece haber perdido muchas certezas, Resurrección significa vivir en paz como hermanos. En un mundo que intenta refugiarse en pequeñas esperanzas terrenales, que se conforma con momentos de felicidad que dejan en el corazón insatisfacción y tristeza, significa la certeza de una Presencia que transforma nuestra vida y nos convierte en protagonistas de una historia de amor.
Para realizar todo esto tenemos que renovarnos, hacer un recorrido de conversión. Cuantos ejemplos hay en la Iglesia de mujeres y hombres que, al encontrar al Resucitado, han conseguido transformar su existencia: Francisco de Asís, Antonio de Padua, Ignacio de Loyola, Teresa de Calcuta, Oscar Romero, …
Para esta Santa Pascua les deseo también a ustedes que, al encontar al Resucitado, puedan renovar los valores que hacen únicas sus personas y sus vidas: la honradez, el amor por la verdad, la lealtad, la solidaridad con los débiles, el esfuerzo en construir un orden social basado en la justicia y la igualdad.
Escribe San Antonio en sus Sermones: «Hermanos queridísimos les suplico que, con el dinero de la buena voluntad, junto con las piadosas mujeres, compren los aromas de las virtudes. Con esos aromas ustedes pueden ungir los miembros de Cristo con la amabilidad de la palabra y el perfume del buen ejemplo».
Es esto lo que nosotros deseamos para nosotros y para las personas que amamos: vivir una vida hermosa que esté llena de sueños, de ideales, de esperanza. Que no sea limitada y empobrecida por los fracasos de la vida. Porque nada nos es imposible si vivimos con el Resucitado los retos de nuestro tiempo, que gime por los dolores del parto – como escribe el apóstol Pablo – esperando un nuevo mundo.
¡Felices Pascuas de Resurrección!
Mira el video completo de la felicitación pascual [https://youtu.be/w5QjgqUAWOk].
Señor, tú que estás vivo y presente entre nosotros
bendice a nuestras familias,
dona tu fuerza a los frágiles
y la prudencia a quien es demasiado seguro de sí mismo.
Acompaña los pasos de nuestros niños
que van hacia el futuro
y acaricia los pies de quien se para cansado.
Sostiene a quien se tambalea en la prueba
y sé fuente de alegría para quien la supera.
San Antonio, hermano en la fe,
intercede por quien se encomienda a ti.
Amén.